En
la desolación no hay palabras, razonamientos, ni siquiera fantasías
a las que agarrarse. Es el alma la que va y viene sin gobierno, sin
sosiego, sola, en la oscuridad. Ni siquiera busca una salida. Sólo
aspira a difuminarse, como una partícula de polvo, en el polvo
unánime de la existencia. Común e incomprensible.