El
mar, el fuego, el desierto, el cielo. En estas cosas sin propietario
se manifiesta la belleza en estado puro. No necesitan ningún tipo de
maquillaje ni el adorno de la metáfora, aunque parezca a ratos que
se amansan. Ni siquiera la compañía, aunque los surquen barcos,
sueños, una recua de camellos incansables o las nubes. Cambian de
aspecto según sople el viento, pero nunca se marchitan.