miércoles, 30 de septiembre de 2015

La caricia de un hijo de cinco años protege el corazón de sus padres de los escombros que amenazan con sepultarlo. Su mirada de entendimiento, pasados los treinta, confirma aquel temblor y hace menos temible la proximidad de la vejez.

martes, 29 de septiembre de 2015

Dejar siempre una puerta abierta a la posibilidad de cambiar de idea. Lo no obligatorio ha de ser sagrado.

lunes, 28 de septiembre de 2015

En vez de lamentar lo que ya no puede hacerse, celebrar con asombro la tarea de hoy.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Mientras mantengas los ojos abiertos podrás ver, en la gente que pasa, las señales de la felicidad.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Cuidado. Necesitar el reconocimiento ajeno puede conducir a la esclavitud. Es más que suficiente si nos aceptan como somos. Un milagro si nos aman.

viernes, 25 de septiembre de 2015

¿De verdad es posible ser el mismo siempre? Conmigo que no cuenten. Mañana ya veremos.

jueves, 24 de septiembre de 2015

¿La soledad separa al hombre de sus semejantes o le da una perspectiva más profunda desde la que contemplar en ellos lo que importa?

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cada hombre que resulta atrapado durante más de seis meses en un trabajo por el que siente repulsión se convierte en un enfermo crónico. La única vacuna efectiva contra el poder destructivo de ese virus es el ejercicio de una ironía lúcida. El peor tratamiento, aunque a ratos consuele, la autocompasión.

martes, 22 de septiembre de 2015

lunes, 21 de septiembre de 2015

Recoger una lágrima en las manos como si fuera el último rastro del amanecer o el charquito donde el pájaro se lava.

domingo, 20 de septiembre de 2015

La verdad tiene sus hábitos: pasar desapercibida, vestir sin ceremonia, tener siempre alguna duda, no ser definitiva, llegar despacio.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Quién no ha soñado que cruzaba el Atlántico para llegar a la cocina sano y salvo.

viernes, 18 de septiembre de 2015

El mundo cabe, con todos sus peligros y sus sueños, entre las cuatro paredes de una pequeña habitación.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Dejar de ver el mar será el aviso. La vida, entonces, montoncitos de arena que los seres que amé removerán cuando se duerman y sueñen.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El poema. Guárdalo en el bolsillo como una llave extraviada. Ya encontrarás la puerta que le dé su sentido.

martes, 15 de septiembre de 2015

lunes, 14 de septiembre de 2015

domingo, 13 de septiembre de 2015

El paso del tiempo nos deja ver el rostro de la verdad. La confusión y la ceguera eran cosa nuestra

sábado, 12 de septiembre de 2015

Ni siquiera la corrupción que anida bajo la máscara de la belleza alcanza a destruirla.

viernes, 11 de septiembre de 2015

La vida es una caminata que la mayoría de los hombres debe hacer a cuerpo limpio.

jueves, 10 de septiembre de 2015

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Toda la vida pulsando el aire con la intención de reproducir la música que suena en mi cabeza.

martes, 8 de septiembre de 2015

El más ferviente deseo de ofrecer consuelo es inútil cuando el alma del otro se abisma en el dolor.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Despierto, no puedo dejar de sentirme como un tigre en una zanja de cemento. Demasiado profunda para que pueda escapar de un salto. No comprendo la euforia de los que me contemplan desde arriba.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Tesoros. Qué fácil era regresar al paraíso, recuperar los únicos tesoros que merece la pena señalar con una equis en el mapa: la huerta, el mar, la lluvia en los helechos y el oro del silencio a media noche, frente a la luna llena, del que nacen todavía, muy tenues, las voces más amadas, las mejores canciones.

sábado, 5 de septiembre de 2015

viernes, 4 de septiembre de 2015

jueves, 3 de septiembre de 2015

Como hojas de otoño, han caído a mis pies. 65. A cholón. Podía no escribir más, puesto que esas pocas palabras contienen un relato de mil páginas, o quizá mil relatos sin un final definido, pero voy a celebrar el día rellenando este párrafo con algunas cosas que contribuyen a colmar, y quizá a contradecir, los nubarrones de sombra que a veces se ciernen sobre el corazón de un hombre solo. Una buena amiga me lo repetía a menudo: eres un tipo con suerte. Hoy, sin que sirva de precedente, voy a darle la razón: tengo a mano la música de Mozart, un puñado de fotos que me hablan desde todos los rincones de la casa, algunas cicatrices serias en el cuerpo e innumerables en el alma (las mismas que cualquier hombre común), un flexo antiguo de película de cine negro que ilumina los rasgos indecisos de mi letra, la dulce enfermedad del mar como un pitido en el pecho, insomnio intermitente, la costumbre de caminar hasta casi acariciar el horizonte, miedo a raudales, nostalgia y un cierto sentimiento de inadaptación general que no siempre es amarga, la melodía un poco torpe de docenas de poemas –que no llegan a ver la luz– en la punta de los dedos, unos cuantos amigos que no siempre están cerca, varias alergias físicas y alguna metafísica que por lo general se manifiesta cuando la tarde languidece y renacen las sombras, demasiados libros para tanta ignorancia, la voz de mi padre y su aliento silencioso cerquita de mi oído izquierdo, una pitillera de cartón fabricada con mis propias manos y un lindo cenicero marroquí, recuerdos dolorosos que riego con paciencia para que no se mustien, cuatro palabras indecisas que me sostienen en la oscuridad (niebla, silencio, belleza, desnudez; o estas otras, más apretadas, más carnales: luz, piel, sed, mar), un ejército de personajes sin destino en los pasadizos de la imaginación, desarrapados y confusos como si fueran humanos, varios olores inolvidables en las manos y ningún vestigio de rencor en el corazón, una planta en la terraza que es el espíritu vivo de mi padre, ansiedad –también, también la del bolero–, una huerta en la memoria, artrosis, una incapacidad radical para entender la intolerancia, varias carpetas llenas de perplejidad y garabatos sin rumbo, una risa a flor de piel incluso en el corazón de la desgracia, cansancio, una necesidad perentoria de que me toquen, música hasta debajo de las uñas, fobia por fortuna incurable a la solemnidad, un trenecito de madera y flores secas en un jarrón de vidrio, un unicornio, varios sueños recurrentes (vivo en el mar desde los quince años sin tocar nunca tierra; soy carpintero y construyo mi casa a lo largo de toda la vida, la construyo en el aire; me oigo llamar por un nombre que no recuerdo), una invencible propensión al enamoramiento y algunos nombres grabados a fuego en los meandros más escondidos de las venas, ruidos extraños dentro de la cabeza, muchas horas de silencio, dudas para subastar a la baja en el mercado, una tenacidad siempre tambaleante, una hija en cuya mirada encuentro mi camino, una piel que se deshace como un pétalo aunque no la rocen y arde como la paja si lo hacen, miopía, deseo, ganas de huir una vez por semana, imágenes borrosas, frío, una lupa para espiar los sueños, una casa en la memoria a la que no he llegado nunca, la raíz de una esperanza enredada con mimo entre los dedos de mi mano izquierda, no se vaya a quebrar. A estas alturas del partido, no vamos a cambiar la apuesta: impar y rojo.


miércoles, 2 de septiembre de 2015

martes, 1 de septiembre de 2015

La semilla de lo misterioso germina en lo cotidiano, aunque sólo lo percibamos de tarde en tarde.