Vive
tan pendiente de su genialidad sin fisuras que nunca percibe nada de
lo que brilla a su alrededor.
sábado, 28 de febrero de 2015
viernes, 27 de febrero de 2015
Me
sorprende un comentario que últimamente le escucho a mi madre cada
dos por tres: “no sé qué va a ser de mi vida”. La primera vez
que lo dijo tendría 83 años. Desde entonces lo repite a menudo. ¿Es
posible que a esa edad se ignore que nunca podemos saber lo que va a
ser de nosotros, salvo el final que todos tenemos asegurado? ¿O se
trata, quizá, de una oración? No hace recuento de lo que ha sido su
vida (plagada de acontecimientos, hijos, descalabros, recuperaciones
milagrosas, cambios de rumbo), busca el milagro en el día de mañana,
como una adolescente insatisfecha y rebelde. Con una energía
desmesurada. Tal vez sea eso lo que la mantiene activa y refunfuñona
como un ajo en la sartén. Y a los demás exhaustos.
jueves, 26 de febrero de 2015
miércoles, 25 de febrero de 2015
Frente a la violencia estructural, al individuo
siempre le queda un último gesto de rebelión: la apatía activa, la resistencia
silenciosa. Siempre que se abre un conflicto, ambos bandos la denigran, la proscriben,
la persiguen, no paran hasta que la extirpan de sus filas. Por el bien de la
causa. No vaya a ser que se propague.
martes, 24 de febrero de 2015
lunes, 23 de febrero de 2015
domingo, 22 de febrero de 2015
Una de las palabras que se me viene a
la boca desde que era niño es niebla. Demasiadas veces, a decir de
algunos. Nunca ha tenido para mí perfiles negativos. Para nadie: perfiles es lo
que la niebla no tiene. Siempre he sentido que me protegía. Quizá le debo esa
cordialidad a mi infancia en las orillas de aquel mar, al espectáculo inolvidable
de los amaneceres que dibujaban, con la paciencia de un pintor que ha
convertido la lentitud en método, trazo a trazo, los contornos de lo que
entonces era el mundo. Lo sigue siendo muy dentro de mí, en ese cuenco de la
sensibilidad al que no llega el polvo de los escombros que genera, silencioso,
el paso del tiempo. Niebla es este dolor de huesos, este cansancio de cada
noche. Niebla la emoción pequeña que me deja cada día, niebla el espejo y el
recuerdo. Siempre le he visto una ventaja: me aguzó la mirada, me enseñó a
profundizar a través de la veladura de ceniza que recubre las cosas, a esperar
que la brisa, empujando con suavidad, desvele la verdad de la vida. Detrás de la
niebla siempre hay algo. Una montaña inolvidable. El esbozo de una carretera
que bordea la costa. Un castillo abandonado. Un barquito que vuelve en el
amanecer con el motor al ralentí.
viernes, 20 de febrero de 2015
jueves, 19 de febrero de 2015
miércoles, 18 de febrero de 2015
martes, 17 de febrero de 2015
lunes, 16 de febrero de 2015
domingo, 15 de febrero de 2015
sábado, 14 de febrero de 2015
El
sueño es el lugar de la fertilidad. Entran y salen los personajes sin necesidad
de pasar por el filtro de la aceptación social, tan exigente en la vigilia como
inservible en ese territorio sin límites que se levanta en los sueños. Los
mudos hablan, los árboles se trasladan de un lado a otro con agilidad para
estar cómodos, los muertos beben cerveza y relatan sus recuerdos con un aspecto
saludable de jubilados contentos de librarse de toda responsabilidad. Los
crímenes, que también se producen, no son irreversibles: la víctima puede
tranquilamente reaparecer en un salón de baile con un pañuelo de seda alrededor
del cuello, sin un solo síntoma de convalecencia ni cicatrices visibles. Los
rencores, por el contrario, se volatilizan en un abrir y cerrar de ojos. El
frío y el calor no siempre tienen los efectos que conocemos: yo he nadado en un
mar helado con una sensación maravillosa de placer, he tiritado bajo un sol de
40º. La enfermedad se cura sin necesidad de tratamientos especiales, cuando
conviene al soñador. Una cosa me gusta especialmente: la familiaridad con la
que se tratan gentes que han vivido en épocas distintas, lo bien que se
entienden varios interlocutores que desconocen por completo las diferentes
lenguas en que se expresan. Lo que más me sorprende, sin embargo, no es que los
animales merienden o interpreten con delicadeza un cuarteto de Schubert (ya lo
hacían en los cuentos infantiles), la escasa importancia del dinero o la vitalidad
de que hacen gala los muertos, sino la presencia casi constante de gente
desconocida que sabe cosas increíbles de nuestro pasado.
viernes, 13 de febrero de 2015
miércoles, 11 de febrero de 2015
martes, 10 de febrero de 2015
lunes, 9 de febrero de 2015
domingo, 8 de febrero de 2015
sábado, 7 de febrero de 2015
Hay momentos de una lucidez bellísima y
terrible. Siente uno simultáneamente, sin espacio en el cuerpo para darle
cabida, todo. Le atraviesa el sistema nervioso una descarga eléctrica
que contiene la ternura apartadiza del niño que coleccionaba caracoles en la
huerta sin importarle la regañina que le iba a costar el estropicio que la lluvia
y el barro hacían en un par de botas nuevas; el estupor incurable del
muchachito que recibió la noticia de la muerte del abuelo; el aprendizaje
acelerado de la desgracia que hubo de hacer el mozo que perdió en el camino la
voz que más le importaba y que llegó a recuperar muchos años después (no
exactamente la misma); la fatiga del hombre que ha frecuentado los desfiladeros
en los que la muerte siembra sus semillas de podredumbre; la plenitud gozosa
del padre que toma por primera vez en brazos a su hija e intuye en ese mismo
instante, hablándole al oído, sin posibilidad de error, que se van a entender
siempre; la angustia indecible de la muerte de su propio padre a un metro de su
impotencia. Es como si el corazón se apretara para exprimir todo el jugo de
terror y gratitud que atesora. He experimentado varias veces ese vértigo: mi
cuerpo se debate entre las olas con los ahogados, mi aliento se nubla en el
paladar de los enfermos, mi piel se anticipa al placer y al sufrimiento, al
asombro y al pánico, los reúne y los absorbe en una sensación sin fisuras que
las palabras no saben describir.
viernes, 6 de febrero de 2015
La paciencia es el único antídoto
contra los embates de la melancolía. Una de las primeras cosas que aprendemos
los que venimos al mundo con ese estigma es a barruntar los síntomas: una cierta
desgana del cuerpo para afrontar la tarea más trivial, un peso leve en las
bolsas de los ojos, una fatiga espiritual sin causa reconocible, una búsqueda
de la penumbra para sentarse a esperar. Como hacen los perros junto a las
tapias en el mediodía de los veranos.
jueves, 5 de febrero de 2015
El ir y venir de la gente, tan similar al de las hormigas,
parece encaminarse a que todos tropecemos (bajo un tórrido sol, frente al
escaparate de una librería o viendo llover desde la sombra de un portal) con la
persona que, de la noche a la mañana, como en un acto de magia, puede hacernos
felices o convertir nuestra vida en una escombrera. No siempre hay término medio.
miércoles, 4 de febrero de 2015
martes, 3 de febrero de 2015
Sólo merece nuestro respeto lo que ha
conseguido sobrevivir a las trampas de la ensoñación, a los olvidos con que
intentamos tapar las decepciones de la vida. Ni siquiera nos desilusiona, al
hacer recuento, comprobar que se trata de instantes muy fugaces y emociones elementales.
La luz de una bombilla en el cuarto donde murió el abuelo. Una mirada que nos
dice adiós. Un silencio. El hueso del dolor. Un rostro humano detrás de todo
eso.
lunes, 2 de febrero de 2015
domingo, 1 de febrero de 2015
Desde una desgana que podría muy bien
ser llamada costumbre –son cosas de la edad– y que coincide casi siempre con la
apacible armonía del amanecer, rumio al azar algunas frases subrayadas por mi
inexperta mano de muchacho en los libros heredados de mi padre. Rubén Darío,
Amado Nervo, Cervantes, Unamuno. Bajo la pátina de polvo que deteriora el cuero
de las tapas descubro con asombro el arañazo de los años, escucho con claridad,
más allá del silencio, fragmentos de belleza que dormían en mí desde la tarde,
tan desarmada y mansa como esta, en que aprendí el absurdo de la muerte y sus
ojos de agua.
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