Llegados
a una edad, la verdad es que bastaría con 200 ó 300 libros bien
escogidos. Leerlos una y otra vez, maravillarse con ellos, pasar las
tardes en esa inmejorable compañía. Impregnarse de su sabiduría.
Clásicos. Poetas. La parte menos sistemática de algunos filósofos,
la más enraizada con la vida. Y que lo que uno escriba coincida con
lo mejor de cada uno de los otros, aunque sea en tono menor.