Desde
que comenzó el flujo imparable de la inmigración sólo parece
preocuparnos cómo encauzarlo para que no ponga en peligro nuestra
estabilidad. El nombre y los sueños de los que mueren cada día en
el intento no nos interesan. Y sin embargo cada uno de esos seres
deja tras él una vida que podía ser la de cualquiera de nosotros.