Quizá
lo más dramático es que la injusticia no mueve ya a la rebeldía o a
la duda, ni siquiera a la compasión. Por el contrario, se extiende
entre la multitud una identificación obscena: quizá la víctima
tiene la culpa de lo que le ocurre. Aquella frase terrible: algo
habrán hecho. Ese otro dicho
falaz: cada uno se labra su destino.