jueves, 23 de marzo de 2017

En el metro, un niño de tres años con una insólita expresión de tristeza en la mirada. Como si hubiera nacido sabiendo lo que le espera. Sostiene en las manos un camión de hojalata, lo manipula con una seriedad sobrecogedora. Cuando abandona el vagón, aferrado a la mano de su padre, la angustia horada como un punzón los ojos de los que mirábamos aquel abismo. Nos perturba, sobre todo, comprender que el chiquillo la lleva puesta con naturalidad, como una prenda de ropa.