Si
un rico fracasa, se dice que toma la decisión de cambiar de
estrategia para volver a serlo. Sólo tiene que hablar con su banquero. Si lo hace un pobre es que no ha
puesto toda la carne en el asador, se ha acomodado, le falta coraje,
se ha rendido. Los pobres no toman decisiones: nadan contra la
corriente, sacan la cabeza para tomar aire, no pueden dejar de
bracear.