La extraña necesidad de tanta gente por tener una opinión ―a poder ser, tajante― sobre todo lo que ocurre acaba dejándose el pensamiento en el granero.

Estamos vivos mientras nos asombramos de la belleza, que espera siempre, paciente, el milagro del encuentro.

La luz es una cuerda tendida en el vacío.

En el desierto de la soledad se estremecen los límites, se muevve el horizonte.

¿Tiene tu piel memoria de mis manos como la mía heridas imborrables?

El ruido es un proyectil que estalla en la conciencia.

Cómo ser inocente después de la venganza, después de la vergüenza, después del abandono.

Solo si entras verás lo que te espera.

El dolor es el síntoma. La voluntad, el camino.

Que alguien entre sin disfraces en nuestra intimidad le da sentido, aunque la ponga en peligro.

No sabe lo que se pierde quien nunca pierde.

Envejecer es darse cuenta de que ya importa.

Si llegas a verte en otro, aguza la mirada.

Algunos poemas vuelven, como las olas de la infancia.

La conciencia de la soledad se expande como las ondas que genera una piedra al caer en el estanque.

Cuando las palabras se desorientan o enmudecen, el silencio despeja el horizonte.

La conciencia de que todo se desvanece hace memorable el más efímero fulgor de la belleza.

La palabra proyecto, según el contexto, produce escalofríos: acaba en proyectil a las primeras de cambio.

La vanidad, qué gasto desmedido en fuegos artificiales.

Quizá solo el silencio contenga la avalancha.

El tiempo deja caer cada día una gota en las raíces del alma para que no se extinga, para seguir de la mano.

Cerraba los ojos para volver a ver el mar, no su imagen en el agua.

Le tomo cada mañana la temperatura a mi fragilidad.

Todo lo que se pierde tiende a ser una sorpresa.

Parece que todo el mundo se somete de buen grado a este diálogo de sordos.

Nadie puede esconderse de sí mismo por más que huya o se disfrace. Antes o después verá su sombra en el espejo.

El amor desde la ausencia no necesita explicación. Como dar entrada en el sueño a alguien que nada sabe de nosotros.

El cuerpo es el hormiguero que va explorando, incansable y voraz, la termita del dolor.

No le importaba tanto olvidarse de los sueños como volver a vivirlos.

Lo que se dice sin palabras toca fondo. Y estremece.

Mira de frente lo que no puedas eludir, a ver qué pasa.

Amapola: mariposa que sangra porque no puede volar.

A veces hace falta una pequeña dosis de tristeza para recuperar el equilibrio.

Una fuente unánime de lágrimas riega la tierra devastada bajo los escombros. Antes o después, brotará de las heridas la dignidad humilde de las flores, la sonrisa milagrosa de los niños.

Está mucho más cerca de la libertad de expresión el silencio que el insulto.

La verdad es escondidiza, como esa pelusa volandera que se mete debajo de la cama.

Cuando el objetivo es el éxito a toda costa, la calidad del mensaje es lo de menos. Todo vale.

La destreza del homo sapiens para destruir aquello que lo sustenta, se mire como se mire, es asombrosa.

La estupidez momentánea es una dolencia leve que todos padecemos de vez en cuando. Cuando se instala en el cuerpo social estamos hablando ya de una epidemia.

Un adulto no es más que un extranjero que no puede volver.

No está claro que todo lo que hacemos o dejamos de hacer sea solo cosa nuestra.

Cambia de dirección todas las veces que sea necesario, pero nunca olvides el lugar hacia el que te diriges.

Pensé intentar un último poema pero no fui capaz de elegir lo imprescindible, lo que debía entrar a cualquier precio: esa música de fondo lejanísima ―quiero decir, interior― que nunca viene mal para encontrar el ritmo, los mejores recuerdos de la infancia, la intimidad de algún dolor, el miedo más antiguo, algún encuentro memorable, algunos nombres a buen resguardo en la conciencia y un amor casi nuevo. Me di cuenta en seguida de que se estaba haciendo tarde y apenas me quedaba tiempo. Y sin tiempo hasta el último poema quedaría cojo.

Más claro, el agua, solemos decir en lo menos coherente de la discusión. O en plena borrachera.

Si tú no lo haces, vendrá otro a aprovecharse, no seas tonto. Sólo puede razonar de semejante manera quien considera natural la corrupción.

Solo rozamos la esencia de lo que somos ―de lo que podríamos ser― cuando la realidad no tiene poder sobre nosotros.

Al miedo le gusta el carnaval, quiero decir que se disfraza para seducirnos.

La noche es un punto y aparte, salvo para los insomnes.

Las palabras más frágiles solo se encienden un instante en la emoción de la noche, como las luciérnagas.

Toda esta gente que falsea su currículum, qué verá en el espejo.