Inventario.
La mano que se atreva a explorar el bolso que ellas acarrean, como si
tal cosa, a todas partes, tropezará, antes o después, con dos o
tres capuchas de bolígrafo, un paquete de alcayatas, un mechero con
una inscripción indescifrable, cartas de amor casi ilegibles, un
llavero en forma de pájaro tropical, botones de varios tamaños, el
aroma del mar, un estuche para la manicura, fotografías absortas en
el tiempo, las iniciales en carne viva de un pañuelo, las canicas de
un sobrino, la tapadera de una trampa, algunas monedas del último
viaje a Portugal, el envoltorio de un caramelo, un búho de oro en
miniatura, una libreta llena de secretos, la música de un fado
atrapada en un pespunte, el cerco de una lágrima, una cajita de
nácar sin sortija, el rastro de un silencio que ha cumplido diez
años, el relincho de un caballo entre la niebla, un sello de
correos, una entrada de cine de la fila trece, el verso más triste
de Rainer María Rilke, un carrete de hilo, un frasco diminuto de
perfume, briznas de tabaco, azucarillos, la canción desesperada, un
abanico con las varillas sueltas, el plano casi ilegible del tesoro,
el nombre de un paraje desconocido, la luz del faro, el cascabel que
nadie se atrevió a ponerle al gato, lápiz de ojos, la dirección de
una peluquería en el Barrio Sur de Montevideo, una lima de cartón,
un sueño.
jueves, 30 de abril de 2015
miércoles, 29 de abril de 2015
martes, 28 de abril de 2015
lunes, 27 de abril de 2015
sábado, 25 de abril de 2015
No
hace mucho, en pleno invierno, como si hubiera amanecido uno de esos
días de claridad luminosa que nos obligan a cerrar los ojos para
evitar el fogonazo, el temblor se ha mostrado dentro de mí en su
forma más nítida. Como si me naciera en algún lugar remoto de la
sangre. No he imaginado, he visto el rostro de todos
los humanos que dejaban un beso en las manos, la frente, los pies, la
espalda, el sexo, los labios de un ser querido sin saber que era la
última vez.
viernes, 24 de abril de 2015
miércoles, 22 de abril de 2015
martes, 21 de abril de 2015
Cada
año, cuando se acerca el verano, entrevistan a gente “importante”
acerca de sus aficiones. Casi todos, después de mencionar los
deportes que practican –golf, mucho golf últimamente– o su
pasión por el senderismo, la jardinería de interiores o el
coleccionismo de antigüedades, contesta algo parecido a esto:
“también la lectura es uno de mis entretenimientos favoritos”.
Lo que para otros es vital, a ellos les distrae.
lunes, 20 de abril de 2015
domingo, 19 de abril de 2015
sábado, 18 de abril de 2015
El
paisaje determina alguno de los rasgos que conforman nuestro
temperamento. No sólo el que más a menudo nos rodea, también el
que un día perdimos. No somos la misma persona cuando llueve que
cuando la brisa acaricia los cuerpos tendidos en la arena o cuando el
sol resalta la luz que dormía acobardada en los rincones. No me
cuesta creer que también el paisaje nos recuerda: un puerto
solitario entre la niebla, el portalón desvencijado de una casa, una
calle mal iluminada en el barrio más pobre de una ciudad cansada, el
verdín en el muro de piedra de un convento, el acero herrumbroso de
una fábrica cerrada, un río debajo del balcón donde nos asomamos
una tarde, un bosque, la claridad hiriente de un desierto, el caño
de una fuente. En los campesinos es notorio, como en los hijos de la
mar: lo llevan en la cara.
jueves, 16 de abril de 2015
miércoles, 15 de abril de 2015
Sueño
que me despierto llorando. Lucho contra el vendaval del olvido, que
quiere llevarse todas las imágenes del sueño, como hace siempre,
para dejar en el corazón, como una mancha de humedad, ese gas que se
propaga: la inmensidad del vacío. Esta vez consigo retener algunos
detalles. Miro, con los ojos extraviados de los animales bajo la
furia de la tormenta, algunos de los objetos que habitan mi casa, no
sé con certeza cuáles, y comprendo de pronto que la causa que
provoca mi zozobra es que se derriten, como si la fuerza de mis
lágrimas desgastara sus perfiles, como si segregaran una sustancia
semejante al yeso húmedo o al sudor. Me trastorna su dolor recién
nacido, su esfuerzo por sentir. Cierro los ojos y me asalta una duda
que se ha vuelto parte de la familia: ¿pueden humanizarse las cosas
hasta el punto de que el estremecimiento de la muerte las alcance?,
¿es su desgaste imperceptible, del que soy consciente desde que no
levantaba dos palmos del suelo, lo que me hiere?, ¿o todo es
producto de una alucinación, una ceguera súbita de la mirada del
soñador? Tomo entre mis manos la taza de café y el calor que, casi
de inmediato, me transmite, es el latido de la vida, el aire ligero
después de varios días de lluvia pertinaz, una caricia, una herida
que se cierra. Estas caídas en el abismo son el pan de cada día,
pequeños movimientos sísmicos mediante los cuales busca la soledad
asentamiento.
lunes, 13 de abril de 2015
domingo, 12 de abril de 2015
sábado, 11 de abril de 2015
viernes, 10 de abril de 2015
Duermo
con los ojos abiertos. Durante instantes cuya duración no sé medir,
desconozco el lecho sobre el que mi cuerpo persigue la inconsciencia.
Sé que hace frío. Sé que el mundo está lleno de gentes que,
aunque vivan muy lejos de aquí, ocupan exactamente este mismo lugar.
Oigo su respiración, el aliento casi sólido de los que no pueden
dormir. Sé que están solos. El aullido prolongado de los lobos me
despierta. Toco mi corazón con la yema de los dedos hasta que
recupera su ritmo habitual. Veo entonces el sombrero de paja que
cuelga de una alcayata en la pared de en frente, a los pies de mi
cama. Veo la espalda encorvada de una sombra: la estela de las
últimas horas que viví ayer, difíciles, interminables, sin gente,
sin caminos. Me levanto a beber agua con la esperanza de haber vuelto
sin daño de esa salida que no sé si llamar paseo, escapada o
pesadilla.
jueves, 9 de abril de 2015
miércoles, 8 de abril de 2015
martes, 7 de abril de 2015
La
alegría que aparece sin motivo es una prueba de la arbitrariedad de
la vida y de su permanente misterio. Lo mismo ocurre con los
sentimientos sombríos que súbitamente nos encogen el alma. Como el
hombre es un animal que necesita certidumbres, tendemos a creer (a
vivir, al menos, como si lo creyéramos) que entendemos
los resortes de la vida, que dirigimos nuestros actos. La realidad,
sin embargo, es movediza: la vida mueve los hilos de nuestro destino
de marionetas, nos trae y nos lleva como barcas en la tormenta. Un
cambio superficial en nuestro entorno trastoca la calma chicha de
nuestro comportamiento, nos inflama de esperanzas o nos asusta. Nos
gustaría tanto creer que decidimos cada uno de nuestros pasos. En la
sinceridad de nuestro corazón, sin embargo, no podemos dejar de
sentir que un viento desconocido nos zarandea, nos levanta del suelo
y nos empuja. Sólo cuando nos deja tranquilos y notamos de nuevo la
tierra bajo los pies damos prolijas explicaciones de por qué hicimos
o dejamos de hacer aquello. Reconocer la orfandad natural de cada uno
de nuestros gestos, la transitoriedad de nuestras convicciones, el
carácter fugaz de las emociones y los hechos de nuestra vida, saber
eso y no
venirse abajo es un ejercicio de humildad, un reconocimiento de la
insignificancia de nuestra voluntad que puede llegar a proporcionar,
por el camino menos esperado, la paz que todos anhelamos.
lunes, 6 de abril de 2015
domingo, 5 de abril de 2015
sábado, 4 de abril de 2015
viernes, 3 de abril de 2015
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