jueves, 19 de septiembre de 2024

El dolor más profundo es incomunicable, solo encuentra un efímero refugio en el silencio. Late —daña— con la tenacidad de un corazón. Nadie puede hacerse cargo del dolor ajeno. Tampoco desvelar las raíces en las que se asienta el propio. Nadie puede compartirlo. Tal vez, en el mejor de los casos, aliviarlo con una viejísima herramienta casi en desuso: la ternura.