Antes
me preocupaba no recordar lo que había leído unos días atrás.
Como si me pareciera una traición o me acechara una enfermedad.
Luego me daba cuenta de que no era exactamente así, arraigaba lo que
tenía que arraigar, y se desarrollaba a su ritmo. Ahora me parece
bien, porque lo que me importa, sencillamente, es disfrutar
de la lectura. Nada más. Siempre puede uno volver, si lo ha
olvidado, a lo que le hizo feliz. Como pasear de nuevo por las playas
de la niñez.