No
es fácil saber por qué está uno inquieto o equilibrado. Sólo se
me ocurre que se trata de una manifestación más de los ciclos de la
vida. Que somos, aproximadamente, como el péndulo de aquellos
hermosos relojes de pared que nos recordaban, asustándonos un poco,
el paso de las horas. Y que un día dejarán
de darnos cuerda.