De
pronto, el bombardeo arrecia sin que tengamos demasiadas
posibilidades de ponernos a salvo. Sabemos bien que no será fácil
eludir el cerco, que las paredes empiezan a acusar las grietas y la
metralla, de vez en cuando, llegará a rozarnos. Lo mejor es seguir,
aunque conscientes del peligro, como si nada pasara.