jueves, 22 de marzo de 2018

La realidad, con esa cara de acelga que casi siempre luce, severa y amargada como una gobernanta de internado, se empeña una y otra vez en conspirar contra la alegría, como si no se diera cuenta de que no la necesita, de que la humilde alegría se manifiesta libremente en el corazón de sus acólitos y no pide permiso para ser.