El secreto que hace de la infancia el territorio de la felicidad, por más empeño que pongan los guardianes de la disciplina, es que nada en realidad está previsto. Ni siquiera el próximo minuto.
Cuadernos de Ulpiano Ros
miércoles, 2 de julio de 2025
sábado, 28 de junio de 2025
viernes, 27 de junio de 2025
miércoles, 25 de junio de 2025
martes, 24 de junio de 2025
lunes, 23 de junio de 2025
domingo, 22 de junio de 2025
sábado, 21 de junio de 2025
NO tengo fuerza en las manos, me duelen al abrir los botes de cristal, remeter los faldones del edredón o sostener un libro de no demasiado peso. Se acumulan, silenciosos, algunos otros síntomas de un deterioro natural, que solo puede ir a más. Es lo que tiene llegar a viejo. Ahora se trata solamente de mantener la sonrisa.
viernes, 20 de junio de 2025
NINGUNA desgracia puede arrebatarnos la capacidad de disfrutar de la belleza que siempre nos rodea. También en las peores condiciones. El enfermo que vuelve de la anestesia tras una operación a vida o muerte se alegra como nunca de la primera sonrisa que recibe. Quien ha sido condenado a vivir en la oscuridad, como a todos nos ocurre varias veces a lo largo de la vida, será el primero en percibir el más leve indicio de luz. Solo un ciego sabe lo que está viendo cuando le roza la frescura de la brisa o le calienta los huesos la tibieza del sol. Los demás solo vemos su sonrisa. El mundo no deja de respirar aunque nos falte el aire, o lo parezca, tantas veces. Lo hace, tal vez, para cada uno de nosotros, para los seres todos que lo pueblan.
jueves, 19 de junio de 2025
martes, 17 de junio de 2025
domingo, 15 de junio de 2025
sábado, 14 de junio de 2025
viernes, 13 de junio de 2025
miércoles, 11 de junio de 2025
lunes, 9 de junio de 2025
domingo, 8 de junio de 2025
sábado, 7 de junio de 2025
viernes, 6 de junio de 2025
jueves, 5 de junio de 2025
miércoles, 4 de junio de 2025
lunes, 2 de junio de 2025
ESCUCHO cada mañana el murmullo obstinado de las cosas, sus ganas de agradarme, su queja imperceptible porque no las atiendo, tal vez, como quisieran. No abandonan su puesto, son pacientes, escudriñan mi rostro y cada uno de mis gestos a la espera, quizá, de una caricia. La lámpara y la mesa, solidarias, van siempre de la mano como hermanas gemelas, o tal vez como novias, porque saben que en medio de la noche me acercaré hasta ellas, me serán necesarias. Los lápices se agitan cuando tiendo la mano, hacen cola como niños inquietos a la espera de turno en el columpio. Todos querrían, todos, ser el héroe del cuento, cortar a machetazos la maleza y adentrarse en el bosque. Se cuentan sus achaques, envejecen, se dan calor a ratos. Aunque no lo parezca, no paran un momento de buscar acomodo las unas en las otras para nunca estar solas, alérgicas al tiempo que las va desgastando. Los trenes de madera, las pelotas de goma, los cuadros a mi izquierda hace ya tantos años, el pequeño tranvía lisboeta, las bicicletas de alambre, la alfombra que sus manos tejieron hilo a hilo, unas piedras azules, el sueño de la lluvia y una barca que baila en la memoria, acaso desvelada sobre la mar en calma. Me llega su silencio como llegan las olas, sin descanso, y me paro a escucharlas porque sé que las cosas son fieles sin reproches, abonan las raíces que sostienen el tallo, son el alma del hombre que las guarda en el alma.