Tengo
la casa, en general, un poco abandonada. Cada vez me cuesta más.
Esta mañana, mientras me esfuerzo en poner orden, el que estaba
concentrado en la lectura se remueve en el sillón. ¡No
tendrás otro momento, claro!,
le oigo rosmar como si masticara su propia voz. Pero no contesto,
sonrío, le pongo música de Mozart y me doy prisa en terminar cuanto
antes. La verdad es que convivimos sin dificultades. Son muchos años
juntos.