martes, 25 de julio de 2017

Me siento frente al mar de mi niñez, callado, como si fuera el primer día. Por más estruendo que se empeñe en hacer el mundo, estamos solos. A salvo. El mar y yo. Este mar. El tiempo, ¡pobre!, se desorienta, no sabe si quedarse o seguir viaje. Quizá porque no entiende que, por una vez, ha de ser él quien espere. Y en la profundidad del silencio, a mi lado, como un rumor, la voz de siempre...