La
historia es siempre la misma. Lo extraño es que seamos capaces de
renovar las esperanzas. El poder sólo exige de los hombres que
acepten sus designios, lo que llaman la realidad. Es decir, que
adapten sus necesidades a los intereses de quien “les da de comer”.
Qué triste tener que reconocer que siempre lo consiguen. Y que la
gran mayoría sólo desea que los señores de la casa le abran la
puerta un día. Aunque sólo sea para limpiar las caballerizas. No
hay figura más patética que la del advenedizo que desprecia sus
orígenes.