domingo, 19 de marzo de 2017

Las palabras, en sí mismas, no significan nada. Les da sentido el impulso con que se dicen, el alma de la que brotan. Por eso la verdad más profunda duerme en las palabras más comunes a la espera de la voz que las pronuncie con limpieza. Sólo entonces vuelven a ser como recién nacidas.