La
belleza efímera del gorrión que se ha posado un instante frente a
mi para ser también infinita porque me lleva en un vuelo a las
primeras veces que vi a sus antepasados perseguir migas de pan en
aquella galería que hizo mágica la infancia. Esta vez no ha durado
nada, pero he visto que se llevaba en el pico el fulgor de la alegría
con que lo miraba.