lunes, 6 de febrero de 2017

Esta vieja costumbre de caminar me ha llevado, esta tarde, muy lejos: he comprendido al fin el rumbo esencial de mi destino en la espalda del hombre que paseaba delante de mí con la mirada dos pasos por delante de sus pies como el cayado de un ciego. Cuando empezaba a vislumbrar también el trasfondo más oscuro de su vida he doblado la esquina. Por pudor y por respeto, desde luego, pero también por miedo de reconocerme.