Cuando
la gente empieza a morir a nuestro alrededor, cada vez más cerca, de
nada sirve mirar hacia otro lado, canturrear como si nada o encerrar
bajo siete llaves el zumbido tenaz de la insaciable. Sobre todo si
eran más jóvenes que nosotros. Vivir es aceptarlo sin dejar de
hacer lo que nos corresponda.