Los
caminantes, contra lo que suele creerse, no coleccionan quilómetros
o paisajes, sino pasos. Los solitarios, el murmullo de las horas. La
gente, en general, esperanzas que más vale no concretar demasiado.
Cuanto más duren, mejor. La mayoría se vale de un truco para ir
tirando: sustituirlas por otras cuando perciben que el tiempo empieza
a marchitarlas. Hacen bien.