Cultiva
con paciencia la rebeldía del corazón, tenlo dispuesto siempre a
llegar al borde del abismo, testarudo y atento a las voces de la
vida, empeñado en defender, contra viento y marea, que la alegría
se construye cada mañana despacio, con las manos hundidas en el
barro, aunque el espantajo del miedo haga sus cabriolas en la cuerda
floja y se empecine en seducirnos.