Aquel
temblor de pájaro sin nido que recogí en las manos una noche lo
bebo hoy en un cáliz de bruma. Del rumor de sus alas se alimenta mi
vuelo. Pasa como una nube por mi sueño o brilla como un rayo en la
penumbra. Al despertar, el vaho se diluye en el cristal impenetrable.