martes, 8 de noviembre de 2016

Aquel temblor de pájaro sin nido que recogí en las manos una noche lo bebo hoy en un cáliz de bruma. Del rumor de sus alas se alimenta mi vuelo. Pasa como una nube por mi sueño o brilla como un rayo en la penumbra. Al despertar, el vaho se diluye en el cristal impenetrable.