jueves, 25 de agosto de 2016

Hay almas duras como el pedernal, frías como noches de invierno, transparentes como una madrugada, esponjosas como el algodón. La mía viene siendo un laberinto de espejos donde rebotan las imágenes, se entreveran los sueños, se extravían las palabras. Un cristal roto que no llega a desmoronarse.