Hay
almas duras como el pedernal, frías como noches de invierno,
transparentes como una madrugada, esponjosas como el algodón. La mía
viene siendo un laberinto de espejos donde rebotan las imágenes, se
entreveran los sueños, se extravían las palabras. Un cristal roto
que no llega a desmoronarse.