Una
de las cosas que más nos cuesta es ponernos en el lugar de otro. Por
eso casi nadie comprende de verdad: entiende, en el mejor de los
casos, el significado de lo que se le dice, pero nada más, no se
hace cargo de ello, no lo compadece.
Entre los españoles, cuando la cosa se pone seria, lo que prima es
la diatriba, el juicio sumarísimo, el desprecio, la condena o, lo
que casi es peor, el consejo paternal.