jueves, 19 de mayo de 2016

Una razón entre otras para perseverar en el hábito del viaje: curiosear de madrugada en el ajetreo de los mercados, absorber la transparencia del aire en los puertos de mar, quedarse mirando la tarea silenciosa de las tejedoras en el muelle, el perfil de una anciana que sonríe a las luces del pasado, las manos quietas de aquel hombre que permanece sentado en la penumbra del café como si todavía esperara verla entrar por esa puerta.