martes, 22 de marzo de 2016

Hay momentos que parecen no tener final: el calor del verano, las noches de insomnio, el silencio misterioso de las montañas, aquel dolor que estuvo a punto de aniquilarnos, esta alegría inesperada. Por eso nos queda siempre una sensación de pérdida cuando las cosas dejan de interesarnos o cuando partimos de un lugar donde sentimos, con todo el cuerpo, que la felicidad era posible.