Frío,
exterior, noche. Hay un gato tullido entre las víctimas del
patio, una loseta salpicada de sangre, una toalla azul junto a la
verja, un cromo boca abajo a la orilla de un charco, una mano casi
muerta en el yeso arañado de la zapatería, una envoltura de tabaco
abandonada junto al cuerpo de dos adolescentes que parecen dormidos
desde siempre. Hay un río que avanza hacia la destrucción. Pero
amanece.