¿Por
qué empeñarse en calcular la duración de la felicidad, si
precisamente la felicidad derrite los barrotes de plomo de que se
vale la rutina para intentar acorralarnos? El carácter efímero de
la felicidad no empaña su victoria: sólo ella consigue, a menudo en
condiciones adversas, contra todo pronóstico, la suspensión del
tiempo.