Nada
tiene en mi memoria la fuerza evocadora que desata esta puerta de la
vieja casa familiar que hoy tengo fotografiada en mi mesa de trabajo.
La humedad, los hierbajos y la carcoma intentan desfigurarla, pero yo
sigo creyendo que justo detrás de ella perduran y se ahondan las
raíces (es verdad que invisibles bajo el abandono) de la felicidad.