La
pregunta difícil de contestar no es por
qué se rompe el hombre, sino
cuándo,
qué factor descoloca la pieza que mantenía el equilibrio de la
vida, siempre frágil, de cada ser. El misterio es que haya aguantado
tanto tiempo o que no espere un poco más, que no resista como tantas
otras veces. Ese hundimiento repentino, ¿no conlleva la negación de
tantos años de esfuerzo? Otra pregunta, subsidiaria de la anterior,
es por qué unos se resquebrajan al primer contacto con el
sufrimiento y viven sin encontrar jamás un pedazo de mundo sobre el
que sentir seguridad o descanso mientras otros soportan dificultades
y desgracias sin que, en lo esencial, les afecte. ¿Es mérito de
estos, debilidad de aquellos o predestinación genética en ambos
casos?