martes, 6 de octubre de 2015

La pregunta difícil de contestar no es por qué se rompe el hombre, sino cuándo, qué factor descoloca la pieza que mantenía el equilibrio de la vida, siempre frágil, de cada ser. El misterio es que haya aguantado tanto tiempo o que no espere un poco más, que no resista como tantas otras veces. Ese hundimiento repentino, ¿no conlleva la negación de tantos años de esfuerzo? Otra pregunta, subsidiaria de la anterior, es por qué unos se resquebrajan al primer contacto con el sufrimiento y viven sin encontrar jamás un pedazo de mundo sobre el que sentir seguridad o descanso mientras otros soportan dificultades y desgracias sin que, en lo esencial, les afecte. ¿Es mérito de estos, debilidad de aquellos o predestinación genética en ambos casos?