Hay
seres que sólo abren las compuertas de su emotividad cuando se
apartan. Manifiestan el deseo o la ternura desde lejos, pero nunca se
dejan arrastrar por la turbación que acarrea la proximidad. Como si
en vez de piel llevaran sobre la carne una prótesis de acero.
Brillante y atractiva como un imán. Finísima, delicada, pero
también impenetrable.