Desayuno.
Algunas noches me levanto a escuchar el paso cauteloso con que llegan
a casa −tienen llave− y me consuelan. Qué sería de mí si no
acudieran, como han hecho siempre, cargadas de paciencia, las
palabras. Me las tomo a sorbitos con el zumo y me pongo a vivir, ya
más tranquilo, hasta otra noche oscura de amenazas.