Pasa
cerca de mi puerta la que ha de devolverme lo que se fue llevando día
a día. Pareciera que he aprendido la lección y no hace falta
preguntarle nada: este era el cuento. Qué fácil será reconocer la
calma de los rostros, ponerle nombre a las voces, que escucharé más
nítidas que nunca. Como si no me hubieran sido arrebatadas.