El
“artista” tiene a mano múltiples instrumentos que le dan la
posibilidad de sortear el peligro, engañándose a sí mismo si hace
falta. El hombre común, frente al descalabro, ni siquiera tiene la
capacidad de entretenerse con interpretaciones que de alguna manera
lo mitigan. Sólo dispone de su coraje íntimo, su dignidad, su
resistencia y, como todos, de la misteriosa alianza del tiempo.