Cualquiera
que se vea acorralado por la vida en un callejón sin salida sabe que
tiene dos posibilidades: dejarse acuchillar contra la tapia o repeler
el ataque, entregarse o combatir. Nadie sabe a priori qué camino
elegirá. Como el hombre necesita de mitos para magnificar la vida,
que tantas veces se le aparece como una cosa chata y sin alicientes,
tiene más prestigio la respuesta heroica, pero no siempre trae
consigo la salvación. A veces, bajar los brazos hace que el enemigo
se confíe y deje una hendidura por la que entra la porción exacta
de aire que reclamaban los pulmones del agredido o que descubra un
flanco por el que escapar. Cuánta divagación. El sufrimiento no es
una medalla para exhibir en el pecho, salvo que uno sea estúpido,
sino un elemento ineludible de la condición humana. Lo sustancial es
no rendirse.