Desde una desgana que podría muy bien
ser llamada costumbre –son cosas de la edad– y que coincide casi siempre con la
apacible armonía del amanecer, rumio al azar algunas frases subrayadas por mi
inexperta mano de muchacho en los libros heredados de mi padre. Rubén Darío,
Amado Nervo, Cervantes, Unamuno. Bajo la pátina de polvo que deteriora el cuero
de las tapas descubro con asombro el arañazo de los años, escucho con claridad,
más allá del silencio, fragmentos de belleza que dormían en mí desde la tarde,
tan desarmada y mansa como esta, en que aprendí el absurdo de la muerte y sus
ojos de agua.