Dos
asuntos han usurpado mi corazón por encima de los demás. No el amor y la
muerte, que son hechos, sino la belleza y el miedo, dos ideas, dos conceptos
inasibles que atraen, estimulan, castigan y trastornan la vida de los hombres.
Del amor cabe decir que es el mayor espejismo de inmortalidad que la vida nos
ofrece. La cara asequible de la belleza. Una piedra preciosa que late en medio
de la noche: se apaga mil veces y mil veces incendia los sentidos. Pasado un
tiempo prudencial de la última decepción, que llegamos a creer definitiva, nos
sorprende siempre la insólita capacidad de resurrección de que hace gala la
piel. La esencia de la belleza es su fugacidad. Una herida en el alma que la
experiencia no puede cerrar. Perversidad e inocencia en un mismo trazo. Luz y
sombra. Como viene se va: una estela en el agua. Me conmueve tanto como me
lastima el milagro de los cuerpos jóvenes, los rostros nobles, el bailecito
humilde de las hojas al caer, la eternidad efímera de todo eso. Me estremece
siempre el temblor que estalla cuando unas caderas llueven sobre mis manos,
cuyo origen es incierto: ¿son mis manos lo que tiembla?, ¿tiembla el cuerpo al
que se acercan?, ¿tiembla el mundo y los amantes permanecen inmovilizados por
la insufrible ráfaga? ¿Qué misterio se encarna en ese roce devoto al que me
entrego? La vida se consume en esa contradicción: alimentar la esperanza de
recuperar el destello de la luz y temer la desgracia de sentirla de nuevo
evaporarse como nieve entre los dedos. Ni deseo la muerte ni la entiendo: está
ahí como los días de lluvia. Es una realidad inmóvil, la representación pura de
la paciencia. Sólo cabe aceptarla. Lo que predomina es el miedo. No se trata
tanto del dolor palpable de una enfermedad como de la presencia oculta de la
destrucción en la cueva del alma. El miedo es la amenaza, la sutil carcoma de
las células, la oscuridad inaccesible. Tal vez el único rostro que la muerte
sabe reflejar en el espejo. No tendré tiempo de hacer un inventario. Miedo a
todo, una presencia agotadora que no me ha impedido disfrutar de la vida.