Enmudecemos en presencia de un hombre bueno como si asistiéramos
a un fenómeno extraño. Nos removemos en el asiento cuando alguien dice sin
tapujos la verdad. Volvemos el rostro cuando nos topamos en las calles con la
indigencia absoluta. ¿De qué nos avergonzamos en cada caso? ¿De qué contagio
huimos, como las ratas del barco que se va a pique? Siento que se degrada el universo
si no reconozco uno de esos rostros en el espejo.